Allá en el tiempo,
pero no tanto
En la República Argentina, en diciembre del año 2001, se
produjeron una sucesión de hechos de alta conflictividad social que acabaron desafortunadamente
de manera sangrienta. Producto del clamor popular el Presidente de la Nación
Dr. Fernando de la Rúa dimitió a su cargo y realizó una salida con ribetes
cinematográficos de la Casa Rosada en Balcarce 50. Esos días grises se vivieron
con una importante acefalía presidencial o bien con una sucesión de “pases” presidenciales. Al mismo
tiempo, con mucho dolor para miles y miles de argentinos que habían apostado a
un representante de un partido político de coalición que quisiera y pudiera
cambiar la década precedente en la que gran parte de lo que se había mostrado
era la potencialización de lo extranjero, la pérdida del capital nacional con
el exponente en las privatizaciones, y la lisa y llana banalización de la
política, generando la farandulización de ese espacio; un modelo que
se había agotado, un modelo neoliberal que había vendido hasta el cartel de “se
vende”. Pero eso sí, habían dejado para la rica historia de los museos
nacionales un vasto “book” de imágenes con figuras del “jet set” internacional
en su amplia gama de disciplinas.
En el nuevo gobierno aparecieron casos de corrupción, como la
“banelco” en la “Honorable Cámara de Senadores”, reformas impositivas asociadas
a “impuestazos”, disminución del gasto público a través del recorte de salarios
y jubilaciones, leyes laborales antilaborales, la imposibilidad de movilizar
las cuentas bancarias con el denominado “corralito” y una economía que no hacía
más que apretar el cinturón de la población hicieron estallar el malestar. A
pesar de ello, las recetas foráneas continuaban indicando que el camino era el
que se estaba transitando; el costo, como siempre, lo debía pagar la parte históricamente
más desfavorecida de la sociedad.
Los primeros ecos del reclamo se realizaron a través de un
elemento de cocina de los hogares de los argentinos, el grito popular hizo trinar
las cacerolas, ese símbolo que muchos años antes se había hecho escuchar en la
hermana República de Chile, cruzaba la cordillera varios años después y desde
allí recorrería el mundo.
Parte de lo que se ha expresado hasta aquí, parte de lo mucho
que se podría ampliar en relación al contexto político, económico y social de
aquellos años partieron de la espontaneidad atendiendo a necesidades asociadas
a lo más básico y natural, la subsistencia; pero a su vez contaron con varios
elementos aglutinantes de la gente.
Los principales canales de noticias de televisión y radio
tenían montado un “reality show” de veinticuatro horas al día de transmisión,
los periódicos de tirada nacional y regional mostraban constantemente
actualizaciones de los sucesos en sus versiones digitales, que a decir verdad,
generaban nuevas informaciones en tiempo real de los sucesos, la instantaneidad en las comunicaciones había llegado hacía
tiempo y el escenario lo ameritaba. Por último y más novedoso, hizo su
aparición con una mutación en la función el correo electrónico. La música que
sonó en esos días de manera sincrónica partió de los mensajes por correo electrónico
que a través de esa vía indicaban los horarios de inicio. Allí, desde los
teclados de las casas, la información se expandía infinitamente, corría como
chispa en un polvorín con el fin de socializar el espacio y tiempo de los
reclamos. Todo ello gracias a los diferentes avances en las tecnologías de la
información y comunicación, se mixturaron viejos medios renovados, con nuevos
medios. Nuevamente se habían roto los conceptos de centro y periferia,
informados y desinformados, a todos, por el medio que fuera les llegaba un
mensaje de lo que se estaba acaeciendo al instante.
“Las TIC ya forman parte integrante de nuestra vida
cotidiana, nos proporcionan instrumentos y servicios útiles en nuestro hogar,
en nuestro lugar de trabajo, por todas partes. La sociedad de la información no
es la sociedad de un futuro lejano, sino una realidad de la vida diaria”.
(Trejo Delarbre, 2001)
Así, la televisión, la radio, los periódicos digitales y el
correo electrónico, algunos con más fuerza que otros, irradiaban información
bajo el concepto de “continuum”, no hacían más que acelerar los tiempos de
socialización de la información y los ritmos de las acciones. Ya nadie debía
esperar el diario matutino para saber qué había sucedido el día anterior, con qué
fuerza y a qué ritmo. Los sucesos de la tarde, definían y aceleraban los escenarios
de la noche.
La información difundida dio como resultado un claro, manifiesto y exponencial aumento de la participación ciudadana, una ciudadanía activa, mucho más activa, insatisfecha por su realidad personal y la realidad de la comunidad y al mismo tiempo conectada a personas de otras zonas sin la necesidad de pertenecer a espacios vinculados por el conocimiento físico.
Toda esa basta información en tiempo real, todo el aparato puesto,
estaba en nuestras manos y a partir de ello, cada uno tomaba la decisión de ser
parte o bien observar cómodamente desde el sillón de la casa, ser parte de la
historia o esperar para poder leerla en un tiempo prudencial, cuando las
melodías que acompañaron los sucesos ya se hubieran sosegado.
El boca en boca dejaba de existir y un nueva forma de multicomunicación producía un aumento en la participación ciudadana.
Referencias bibliográficas:
Trejo Delarbre, R. (2001) Vivir en la Sociedad de la
Información. Orden global y dimensiones locales en el universo digital. Revista
Iberoamericana de Ciencia, Tecnología, Sociedad e Innovación. Nº 1. Septiembre
- Diciembre 2001. Monográfico. La Sociedad de la Información.
Sobre este tema en particular, que escapa a nuestro foco pero que es apasionante, recomiendo la lectura del libro Comunicación y Poder de Castells, Es una obra de estos días, de referencia, donde a mi juicio el concepto de autocomunicación de masas es una punta de pensamiento de lo que está pasando hoy, con el empoderamiento de la gente común a partir de las redes sociales. Como dijo Laclau estamos en tiempos de construcción de relatos alternativos, los cuales se contraponen a los oficiales, y eso Castells lo tiene muy en claro.
ResponderEliminarSaludos y adelante.